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El canon

Proudhom es el filósofo que establece con más claridad las bases de una futura sociedad donde se contempla lo sagrado desde una óptica amplia. Tierra, propiedad y comunitarismo en un mismo orden de cosas siempre a partir de una sociedad a la japonesa. Esto es; retrógrada, limitada y anti burguesa, herencia del cristianismo sin duda.

Esa idea envuelve hoy el sistema cultural vitalista que nos llega con Nietzsche, Schopemhauer, etc. Pero también con el cine norteamericano y el futurismo europeo aunque todo ello en proceso de transformación porque a partir de Dada se costumizan las pieles y los síntomas de cambio trascienden a nuevas metas de dignidad. En mi estancia en París me di cuenta que todo eso sigue vivo porque desprenderse del pasado inútil como punto de inflexión es una forma de vida de tipo nuclear ya que atrae siempre a los mejores. Obviamente, el contexto actual es el de los EE.UU como país hegemónico a partir del cual se establecen las bases de futuras operaciones filosóficas, lingüísticas y, en definitiva, de relevo del mundo clásico. Eso como punto de partida. Más allá de eso, quedan pocos ejes culturales y si los hay no son de orden cognitivo sino subalternos a un quehacer copista y monacal.

Por otro lado, esos mismos artistas insuflados de optimismo Pop e imantados con lo fronterizo reciben una herencia cultural hostil que los convierte en la mayoría de los casos en agentes inútiles de lo universal. Ya que entienden el destino juguetón a partir del acceso ilimitado de medios en vez de la percepción de la experiencia sea esta de la naturaleza que sea.

En parte, todo ello tiene sentido pues el siglo XXI debe ser en cierta medida el siglo de la explosión de políticas rosas en el que se lastran aún demasiadas imposturas ecuménicas y donde la sociedad seguirá adelante pero sin radicalismos ni excentricidades.

Cabe todo pues en un entorno curvo y sutil con capacidad para representar gráficamente las desviaciones de fenómenos sin caer con eso en el valor de la aleatoriedad. Pensemos que el vértigo geopolítico actual a partir de la fragmentación, la incertidumbre, la desintegración y la inestabilidad ha de entenderse desde una posición asumible y desgraciadamente también desde estructuras que ya no son operativas en este contexto; como son el derecho penal clásico, las políticas decimonónicas y en general todas aquellas categorías conceptuales donde prima todavía una lectura lineal de autoría, complicidad, Estado e inducción.

Así, la experiencia directa se enfrenta a la iconografía del pasado a partir de signos impresos en el paisaje. Se trata, por tanto de fijar la capacidad de emplazamiento y ordenación del territorio a partir de unas pautas en consonancia con el ambientalismo actual y también en relación con la globalización que está introduciendo esquemas espaciales y temporales entendiendo lo local como espacio de reivindicación y de acción. El problema es saber en qué consiste esta nueva fisiocracia y quien se beneficiará de ello. Es evidente que primará el sentido común y los nuevos apologetas serán aquellos que estén más cerca del contenido real económico como resultado útil del orden existente.

De ello, probablemente lo más positivo será esa unicidad trasgresora del comportamiento material. Crece, por tanto, la conciencia transmutada en vida y la forma espiritual adquiere otra dimensión pero no ya para consagrarse en la temporalidad. Miente todo aquel que ve un misterio insondable en el espíritu. La idea de la objetividad una vez superada debe ser olvidada. Sólo un necio persistiría en tal actitud. Hoy, esa lectura entre lo universal y lo singular sigue estando en manos de extremistas o reaccionarios pensando que así la conciencia humana entrará en contradicción polar frente a cualquier eventualidad. Lamentablemente, esa relación entre el particularismo individual y la divinidad de la naturaleza en la que descansa todo lo demás ha supuesto hasta ahora la manera de focalizar el esfuerzo universal. Queda corto, por tanto, establecer fronteras espaciales y temporales por muy especulativas que sean. La distancia real nunca afectará a la cosa en el marco actual.

Es y sigue siendo el problema real del darwinismo y el marxismo social confundir por un lado la evolución y por otro la anulación de la enajenación identificada esta última como abolición de la objetividad ambas en relación a una única dirección de la actividad diferente del pensamiento.

Ciertamente soy enemigo de todas las filosofías orientales por este mismo hecho maniqueo. Ni que decir tiene, lo que pienso de la filosofía judeo-cristiana que disuelve al sujeto a partir de la apariencia o del destino. Lo centraliza, lo jerarquiza y le hace quemar etapas en la administración del derecho sensible distinguiendo esos mismos objetos sensibles de la actividad objetiva.

La Alemania de Hitler fijó ese hecho en el desdoblamiento de la razón pura de Kant y el concepto de mal; siendo la forma del mal la sucia forma de manifestarse como decía Marx en relación al cristianismo. El mismo Marx, pretendía de Feuerbach esa enervación entre el mundo religioso y su fundamento terrenal. Únicamente, distinguía una contradicción en ello como excusa para revolucionarlo todo por completo.

Pero Marx analiza cada postulado sin siquiera tocar la superficie. Su lectura más allá de grupos estratificados es de orden cultural pensando que ello implica ya un tipo de conducta y selección natural; un cierto difusionismo interclasista, si es que ello es posible.

Si por difusionismo se entiende lo que algunos autores de principios del siglo XX pensaban sobre que las diferencias y similitudes culturales no eran tanto debidas a la inventiva humana como a la tendencia de los humanos a inventarse unos entre otros; deducimos de ello la opacidad de la doctrina marxista por cuanto aun no siendo difusionista, si predica el arte de la refractación. Una doctrina, en definitiva, que se excusa en la naturalidad de sus conceptos de clase pensando con ello que los argumentos que se derivan son pocos y anómalos y a nadie le importan en consecuencia si existen o dejan de existir.

Eso, por cierto nos lleva a la actualidad; no para predicar en el desierto sino para ser conscientes de que la tesis es que solamente con el tiempo es posible el cambio ya que la vida emana de la materia y lo demás son intrigas palaciegas. La base pues sigue siendo dialéctica y a los jorobados clasistas se les sigue dando cuerda de forma contractual.

Más allá (si esto fuera Apocalipsis Now) sólo estaría el comandante Kurtz, y con ello volvemos al personaje retrógrado, limitado y antiburgués que por lo menos yo tanto detesto por cuanto ello supone de acontecimiento conceptual. Entendamos por una vez que determinar una realidad es limitar esa realidad con el alcance metafísico u ontológico consecuente. Determinar no es siempre concebir aquello que no se conoce. Por tanto, esa filosofía jamás puede superar a la idea hegeliana del límite como superación del momento de la negación.

Otro caso es el actual; donde se postula la fusión de horizontes función en la cual el mundo con sus objetos se reconstruye continuamente (Gadamer). Sin embargo, el retorno de lo igual entre esencia y existencia a partir de Nietzsche y del que es posible deducir esta aproximación implica también en el caso de Gadamer determinismo pese al carácter de lo incluido en ese horizonte. ¿Quién, sino, el hombre elige su destino?

Este pensamiento crítico pero pentecostal implica al sujeto a una comunidad, no de realidades sino de tipos ideales con un fin por determinar. Si esta comunidad quiere existir debe ser representada no sólo empíricamente sino a partir de sus entidades reales. Reales por tanto desde el momento que son aceptadas como tales no sólo en cuanto a su posesividad del ser sino de su origen. Entendamos también con ello que determinar no es lo mismo que tomar ciertas determinaciones. Entonces, aparece el juicio como atributo ligado a la espantosa idea de que es el ser la primera entidad que surge en el espíritu es decir la pura libertad de elección; considerando la existencia como el medio para conquistar la esencia.

Con ello, contemplamos el ligazón implacable de lo que es objetivo y de lo que es subjetivo. Uno se hace a sí mismo situándose más allá o más acá del plano lógico y espera que las cosas giren a su alrededor en el reino de la significación y el lenguaje natural; de donde nace la espiral bajo el principio del devenir continuo. De ahí, que Malevitch ya considerara a esta forma geométrica en un sentido exclusivamente arcaico. Digamos, que su valor emocional y no sólo cinético es bajo peyorativamente hablando. Aún así, conserva el elemento fijo de referencia.

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