El hospital
Heidegger, pensaba que la auténtica sustancia del hombre no era el espíritu (como síntesis del alma y el cuerpo), sino, la existencia. Evidentemente, esta idea suponía reconocer previamente un presente determinado para esas condiciones de existencia que, en el caso de Heidegger, se encontraban allá por la primera mitad del siglo XX centroeuropeo, en general y, alemán, en particular. Pero, hoy este presente se sigue llamando Europa y esas condiciones divisionarias de entonces, son otras. Sin embargo, esa misma idea de la existencia es necesaria hoy también, porque, en un horizonte prometedor sea este de la naturaleza que sea, lo primero que nos llega es la capacidad evocativa que hay que ir particularizando en la medida de lo posible. Ortega y Gasset, ya nos advirtió de eso en su momento con su historicismo orgánico-funcional, aunque, bajo la premisa de la acción. Yo, por mi parte, me pregunto: ¿quién nos asegura de forma clara ese proceso futurible, ahora?.
Me explico: aquello que funciona, no siempre responde a un principio básico de acción-reacción insuflando optimismo y modernidad en su marco histórico. Este, era el método de Rousseau frente a Voltaire. El de lo irracional frente a lo racional, lo plural frente a lo singular, lo subjetivo frente a lo objetivo. Pero, hay en ello algo que no me gusta. Como si la historia y la vida fueran una misma cosa; o como si praxis y conocimiento, también fueran la misma cosa. Ya se que nadie niega que sea así, pero está por decidir de que manera ha de ser así, ¿no?.
Queda claro, con esto, que toda filosofía ha de ser positiva, naturalista y contemplativa, aunque también haya que suponer, con ello, su naturaleza cosmovisional. Si, antaño un Zola se contentaba con escribir a propósito de Pisarro: "en vez de culpar a los trabajadores franceses de lo males primarios de la sociedad, Pisarro caracteriza a la burguesía como instigadora de la miseria de las clases bajas", hoy este recurso no sirve de la misma manera, puesto que la socialización de la existencia es ya trasversal. Así, esa comunión con lo sagrado no se da, como tampoco aquel nivel de suficiencia. Lo que si se mantiene es el paso de lo absoluto (en cuanto que somos) a lo relativo, del yo hacia la comunidad manteniendo esa unidad.
En estos tiempos que corren, esto, representa sangrar no por deducción sino por inducción y, a la vez, ahora es mucho más difícil cualquier tipo de victimismo. Ya no nos creemos nada. Ninguna iniciación es válida sino es realizable a partir del minuto cero. El realismo ordinario ha vencido al margen de la des-alienación implícita en culturas como la socialista, la católica o la liberal; ya que es evidente, que los principios programáticos son otros para los fines políticos que se proponen.
Así, en este estado de cosas lo que viene siendo falta de rigor se convierte, finalmente, en una ideología existenciaria encarnando un juicio permanentemente vital y asimétrico hecho a la medida de cualquier trotamundos actual, donde todas las puertas se abren y se cierran al capricho de los diferentes vendavales que van apareciendo por el horizonte. Y eso ocurre cuando, como estamos viendo, todos beben de la misma fuente y acuden al mismo árbol descreído.