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El Estructuralismo.


El estructuralismo hunde sus raíces sistémicas en el romanticismo del siglo XIX (siempre y cuando entendamos que el romanticismo es la expresión del reflejo de esa condición original que lo distancia del mundo clásico o neoclásico del siglo XVIII). Sin embargo, por alguna razón que desconozco, seguimos sin ver algo que en principio estaba allí para ser reconocido. Así es que me hago la siguiente pregunta: ¿existe alguna razón para evitar esa lógica cultural y antropológica, y de existir, cual sería?.

Empecemos desde el principio. En primer lugar me gustaría contemporaneizar y apostar por todo lo que a principios del siglo XX parecía audaz e intrépido (es en esa época cuando nace el estructuralismo). Así, cuestiones dualistas, planteamientos sobre la incipiente física cuántica y deductiva (y porque no decirlo, también probabilista), la cuestión del criterio o el de la interpretación de nuevos vectores lanzados asimismo desde el campo científico como también el lingüístico u otros; estaban y están, a la orden del día. El nexo de esa lógica era, pues, no sólo la constitución de dichos paradigmas, sino, las circunstancias que, obviamente, se iban a derivar de esa situación. Sin embargo, parece que algo se tuerce y que se trate además de una cuestión de reconocimiento de dicho proceso. De una visión fractal frente a un problema que, en el fondo, aún está por llegar. El caso de situar o no al sujeto bajo el paragüas de la teoría de la relatividad y la física cuántica; y de hacerlo además con el manto de la libertad, la concordia y el bien común. ¿Que falla en todo ello?.

Si por algo distinguimos al estructuralismo en ese contexto, es por la expresión que posee del concepto de estructura a través de la cual se produce el significado de esa cultura. Un ejemplo de ello, serían las esculturas involuntarias de Salvador Dalí que hizo en colaboración con Brassaï. Estas piezas vendrían a sintetizar esta idea estructural a partir del concepto de escultura-objeto En este caso, conseguido a partir del efecto fotográfico y de la idea del objeto mecánico y aleatorio (cabe mencionar, con ello, que el movimiento surrealista estaba acotado por las incipientes teorías del psicoanálisis del momento; lo que sugiere una lectura estructural de estructura en relación al concepto de psique a partir de las teorías de Freud).

Así, podemos entender que el estructuralismo representa una acumulación de esos mismos factores que lo definen como tal, en su forma continua, dentro del pensamiento occidental . Esta circunstancia desemboca, naturalmente, no en una primera modernidad (que es quien la crea) sino en una segunda y hasta tercera modernidad que toma en adopción esa norma y nos la presenta como reconocible. En el libro "Nuestro mundo en marcha" de Otto de Habsburgo el autor defiende que los fundamentos de toda política son la economía, la estructura social y el talante espiritual; y ello, en relación con la caída de los valores tradicionales que el percibe como un peligro real (sobretodo en relación a los movimientos comunistas y fascistas). De ahí, podemos deducir que frente a la industrialización su estructura política se remonta al siglo XIX. Sin embargo, si entendemos, aquí, una relación de causa-efecto inscrita en la lógica de la evolución o el desarrollo (un derecho que se apropia nuestro amigo Otto de Habsburgo) poco podemos sacar de ese victimismo. En cualquier caso, ello nos sitúa en una condición estática que a estas alturas habría que ir superando. Frente a posturas de esta naturaleza, el siglo XX con todo su devenir inyecta optimismo en ese sentido pero, tal vez, más que inscrito en ese modelo estructural nos hubiera interesado, aún más, en relación a un criterio formal.

En ese sentido, ese aspecto formal que no viene dado únicamente a partir de una buena filosofía natural, puede y debe alcanzar cotas más elevadas. No vamos a entrar aquí en consideraciones biologicistas; sencillamente, el discurso natural (al cual viene adscrito el estructuralismo) debe seguir su proceso también natural con todo lo que ello signifique. La estrategia está clara: situarse en los márgenes para ir adoptando una norma en relación a esa organización natural. Parece que con ello; el camino tomado viene siendo el correcto, como ya apuntaba Fitche, en relación al impulso hacia la autonomía absoluta y sus condicionamientos universales.

Por último, me gustaría recordar que un modelo es siempre un punto de encuentro de determinadas coordenadas sobre las que influyen otras circunstancias. Averiguar eso, significa ir más allá de lo cognoscible. Un espacio que pocos se atreven a ocupar. Establecer ya este referente es reconocer de entrada una posibilidad crítica y de transformación; y por supuesto, ciertas connotaciones empíricas adheridas a esa condición. Osea, la función del estructuralismo será la de absorber los esquemas próximos a la desambiguación industrial, polinizando todas aquellas esferas en un esquema, fundamentalmente, geométrico e invariable.

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