ETER
Para unos el Éter y el concepto de Éter, es una cuestión de física, para otros de geopolítica y estrategia militar; para los más, una cuestión más allá de sus posibilidades si de viajar por el espacio se trata. Sin embargo, existe un nexo de unión en todo ello; la preocupación por ese mismo espacio y su devenir. En la física de Aristóteles, el Éter es el medio de acción de la energía psíquica, aún en el organismo y el sistema nervioso.
Simplificando, decidí revisar mis fichas y mi primera referencia fue la de Mijail Bakunin para quien la unidad es negación de Dios. En su momento, el entendía el idealismo como la fuerza bruta y el materialismo como la bandera de la igualdad económica y de la justicia social. Reconocía, a la vez, que la fuerza motriz universal era ciega e inconsciente y estaba muy alejada de la voluntad animal o humana.Allí, donde el hombre encuentra a Dios; se convierte en su criatura, haciéndose consciente.Sin embargo, todo ello requiere de un ritual. Se recurre a la indefinición y, de forma artificiosa; se recala en lo divino. La parte femenina, ilustrada; aporta la visión plana, el bestiario precoz y la buena disposición.
Así, ha sido hasta nuestros días; donde hoy, crear significa, todavía una relación festivo-religiosa. Los dioses (como Eros, que provoca la fuerza del devenir) se dedicaban a otorgar favores y coordinar toda aquella labor.El dilema, surge cuando se trata de juntar ese aspecto "social"; junto, con aquello que se supone nos hace ser lo que somos.Me refiero al Universo. Con Einstein, desaparece el espacio como lugar lleno de Éter, para convertirse, el mismo, en un lugar dinámico de lo que pasa en el universo.A partir de aquí; la eternidad misma, debe ser elegida por medio de un acto libre.Entonces, Aristóteles tenía razón en el sentido; que se nos sugiere una relación psíquica que, a su vez, actúa de catalizador y ordenador de virtudes.
Esa búsqueda de determinación constituye, de entrada; ya una pregunta ¿existe o no, una controversia previa a todo ello?. Según Kant, esa búsqueda implicaba una forma pura de intuición. Así, el espacio pasa a ser el lugar de la subjetividad humana. Se identifica con el ser.De una forma, un tanto burda; Heidegger, propone la extensión humana como el soporte virtual de existencia en el espacio.Hay; en todo ello, una parte de razón, sin embargo, desde mi punto de vista; un espacio sublimado es un espacio muerto. Duda y certeza dejan de tener sentido. Hesiodo, decía que "antes que todas las cosa nació Caos"; frente a eso, hay poco que oponer y, más si se trata de hablar de filosofías morales. Por eso, crecemos; pero no, en virtud de una encarnación macro-antropomórfica del Espíritu Supremo, como hacían los antiguos; reviviendo el Universal Árbol de la Vida y el Huevo Cósmico del cual surge el Cosmos.
De todas formas, hemos cometido tantos errores; que si añadiéramos a ello, más ideas descabelladas de tipo anímico (como hicieran los nazis) o conductivo (la causa de esa relación anímica; en ese periodo de la historia) seguramente, no pasaría nada.No pasaría nada, como siempre; para los mismos. Para esa gran mayoría silenciosa, se volvería a torcer su destino. Un destino, que nadie; nunca jamás, ha escrito nada; ni piensa hacerlo y, del que sólo se espera una relación alienada; amo-siervo. La impostura raya el absurdo.
No me quiero extender en este asunto; porque, también soy consciente, que todo sistema requiere de un método. Un método, que ha de vencer esa máxima del individuo como reproductor de sistemas lacerantes y axiológicos donde; el alma reconstruye aquella parte del universo por conocer.Me niego; a ser un lacayo del Cosmos. El Éter, no existe; porque de hacerlo, sería posibilista y reformador. En la sociedad actual de los Mass Media admito que; todavía, tiene un cierto significado hablar de ello; aunque, es más una cuestión técnico-ficticia que un proceso globalizador real.El acierto no es sólo de tipo conceptual (el Éter, como idea desechada científicamente), sino; también, como identidad cosechadora de complicidades ancestrales.Ortega y Gasset, decía que el valor residía sobre tres dimensiones: cualidad, rango y materia. Pero; Ortega, no deja de ser un filósofo positivista de base naturalista, por eso reconozco en él; el esfuerzo de haberse sumergido en la realidad psíquica de su época; más allá, de la apariencia fisiológica que pudiera tener (también, destacó por su conductivismo).
Frente a esa realidad física; el hombre, sigue envuelto en el medio artificial como un animal simbólico coherente; falta saber si ese repertorio será suficiente para la comprensión, catarsis e interpretación crítica que ello pueda tener más allá de residuos teológicos y metafísicos. La naturaleza; no reconoce, nunca, la diferencia cualitativa. A partir del mecanismo evolutivo de Darwin y la psicología de Pavlov, los métodos científicos están en entredicho. Así, intuyo una vuelta a los escolásticos y sus argumentos ontológicos, al materialismo sin alma, a la percepción de la cosa, al pensamiento bajo el punto de vista comprendido, al mundo como objeto de manipulación y al dualismo (como; ya apuntaba, Rüdiger Safranski; a propósito, de Heidegger); todo ello, dominado por la inteligencia. Esa inteligencia que, al margen del dogma, rechaza encasillarse en instituciones poco coherentes y; prefiere, la atmósfera postmoderna; en el que a cada uno se le entiende por lo que es y hace. Desaparece el accidente. Ya nada es porque sí; en su ambiente enrarecido.