Las cruzadas
Si, en un polo tenemos al idealismo transcendental, en el otro, está la criatura que engendra el suelo que ha sido ultrajado por el criterio nauseabundo de los hombres y su destino que algunos suponían fatal. Y es que de todo este mejunje pseudoreligioso no podía salir nada bueno, además, de que en esa supuesta escena no aparece ya a ese supuesto agente x (el supuesto artífice), con el que tan bien nos hemos ido identificandonos todos hasta ahora. Esto, es algo que deduzco porque el mundo todavía no se ha autodestruido, y, tal vez, no lo haya hecho por haber sabido maximizar desde siempre ese grado de autocomplacencia, donde sólo había origen y necesidad.
Desde luego ahora todo es más difícil, pero, también más emocionante. Eso quiere decir que la lectura de esa historia (la de ese artífice o la de Dios) es cónica al igual que su desenlace, y que en esa situación no está ahora su final, sino su principio. Principio, que por otro lado no es tan fácil de averiguar, ya que las cosas pertenecen al mundo de las ideas y a esas ideas se le van añadiendo atributos; y a esos atributos, propiedades; y a esas propiedades, imperativos; y a esos imperativos, desenlaces; y a esos desenlaces, finalidades; y a esas finalidades, oportunidades; y así hasta el infinito de la gramática subjetiva.
Y en eso estamos; en prolongar el tiempo y su espacio. desarrollando todos aquellos mecanismos necesarios para esa función. Es como si todo empezara a oler de nuevo a honestidad tras el paso del apocalipsis materialista; algo que obviamente durará poco porque no se vive del pasado y menos si lo que se pretende es sencillamente no pasar por el. Esta circunstancia, seguramente, algún día provocará una nueva cruzada pero esta vez no contra ese paroxismo internacional materialista sino contra la sublimación pérfida de sus objetivos que es mucho más grave.
Y con esto no nos referimos a analogías, ni siquiera a la simple búsqueda de la verdad sino al hecho apofático de esa verdad y de lo que en principio debería ser su falta de contingencia a la hora de decidirse por uno u otro camino. Lo que me lleva a pensar que es el lado tonto de toda supuesta cruzada el decidirse al final por el alma apolinea de la cultura antigua que como Spengler aseguraba estaba representada en el siglo XX por la estatua del hombre desnudo, la mecánica estática y la institución del Estado-ciudad; pensando que más allá sólo existía otro tipo de alma (la faústica) mucho más barroca.
Naturalmente, a eso se le tenía que enfrentar algo con un poco más de peso que el simple hecho de una rebelión (aunque esta fuera de extrema derecha). Algo quizás con un poco más de frescura, algo que pudiese ser la síntesis de la práctica dialéctica y el monopolio del capital y guardando una cierta distancia con el ideal clásico. No creo que fuera tan dificil de entender que no le correspondía a esa dialéctica abrir puertas y que en todo caso era al capital (aunque no en su forma) quien debía dar el primer paso apostando claramente por la modernidad. Otra cosa hubiese sido actuar de mala fe; y lo digo porque era ese grado de fenomenología a partir del criterio de conciencia lo que debía fluctuar en esa época, lo que supone una herencia que a nosotros no nos llegará. Por tanto, si algo aporta el siglo XX es ese cambio significativo y estructural que aún es evidente que se las tiene que ver con ese derecho comunitarista y programático. Con ello, tampoco debe asustarnos esa conciencia fluctuante porque a la par no es la naturaleza la que está en juego sino su pronunciación y habiendo reconocido esto tal vez la cuestión radique precisamente en ese reconocimiento.
De hecho, hacen falta ahora más que tertulianos televisivos nuevos apologistas pero no para defender el derecho del cristianismo sino para no caer en la aporía, en el camino sin salida de verse otra vez en tiempos donde aún no discernían bien entre voluntad y razón. No podemos volver a caer en la probabilidad cuando lo que tenemos delante nada tiene que ver con esa distribución azarosa. Pero la cuestión ética siempre ha tenido sus propios caminos que yo he procurado evitar, por tanto esa hipercocretividad del vacio a mi ni me va ni me viene. Más allá de ello creo que hay otras posibilidades más tangibles y más onerosas que el suicidio colectivo o individual como única salida; y además me pregunto porque tanta inmundicia alrededor de ello. No estaremos hablando quizás de otra cosa mucho más siniestra que el simple hecho de errar en el camino; porque si es así, entonces o una de dos; o solucionamos el problema o nos hundimos con el. Entendamos también que una cosa es especular y otra muy diferente postular con criterios falsos y arrogantes; que es en definitiva la sensación que tengocuando veo a esos artífices del siglo anterior.
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