A propósito de la técnica, en la era del arte.
Este texto, surge como origen de los límites conceptuales con los que se puede encontrar alguien que inicia (o, va por libre) una carrera de Bellas Artes, donde, los conceptos fluyen de manera indeterminada y, en cierta forma, sin control. Una de esas formas indeterminadas, que todos hemos tenido que resolver, es la cuestión técnica, acto, este, que funciona, queramos o no, paralelo a la propia actividad artística. La primera paradoja, entonces, que surge, es saber si esta idea tiene algo que ver con un conocimiento universal previo y/o adquirido, o no. Sabemos, con ello, que cada artista escoge la técnica va a utilizar, en función de una necesidad expresiva, donde luego se decide y formaliza, el propio estilo. Esta cuestión que, aparentemente, es normativa, es más compleja de lo que parece, en un principio. Pues, pienso que , si, uno cree en la necesidad de ese conocimiento previo adquirido, de una u otra forma (más tarde, tal vez, esta cuestión se transforma en necesidad imperiosa). De hecho, en principio, esa es una de las razones de ser de esos estudios, aunque, finalmente y, en ese mismo orden de cosas, uno nunca sabe a qué atenerse: ¿que significa, el conocimiento previo adquirido?, ¿aquello que se transmite de forma intuitiva, el uso de determinadas prácticas y, por ende, el conocimiento explícito de dichas prácticas o, incluso, alguna otra forma de ver más exhaustiva de proceder, que todo eso?.
Se hace inexcusable, entonces, la puesta en escena de un hilo conductor que determine varios factores. Más, teniendo en cuenta, que este hilo conductor, esta lógica del conocimiento, no aparece por ninguna parte, cuando nos referimos a la técnica artística, en general. La técnica, no se presenta como una verdad absoluta que hay que conocer o se pueda conocer de una forma ponderable ( la técnica es acumulativa, en todo caso). No, de hecho, su razón de ser implica una subversión de los sentidos y una adaptación adaptación a ellos. Para un artista, no es suficiente la proporción o el espacio, la sensibilidad hacia el color o el lenguaje narrativo, abstracto, semántico, conceptual, histórico, etc. Es necesario, además, el aporte técnico para materializar todo eso. Y este es, singular, en cada caso.
Tal vez, lo adecuado, sería recurrir al viejo Aristóteles, cuando sugiere que la técnica es una acción dirigida a la consecución de un producto, pero que necesita de un conocimiento de la materia sobre la que trabaja. Vamos, se establece, a priori, una función para ello (por lo visto, antes de eso, sólo existía la creación como una forma espontánea de la actividad humana). En cualquier caso, distanciándonos de lo que puede o no puede representar la técnica a lo largo de la historia, es obvio, que es un aspecto esencial en la intención artística de todo autor. Y que ello, influye, en nuestro comportamiento posterior.
Teniendo en cuenta esto, podríamos entender la técnica, como decimos, en función del modelo elegido en cada caso, con el que, en definitiva, vamos a tener una suerte de contingencia, en tierra de nadie. Pero, no es esta suerte inmerecida, a la que nos referimos, ya que como práctica, por ejemplo, la modernidad introduce un valor de equilibrio en relación a determinados procesos. Sólo es, a este nivel de colectividad, cuando aparece la noción de técnica. O cuando, se hace visible para nosotros. Una vez más, aparece aquí, el concepto histórico).
Siguiendo, con la idea clásica, para esos mismos griegos (Platón; en Aristóteles, esto significa otra cosa) la técnica (tecne) nada tiene que ver con el arte. Este, de ninguna manera, está relacionado con el objetivo de una realidad ideal y, bajo esa circunstancia, no se le puede atribuir una clasificación basada en aspectos técnicos. Al menos de forma determinante. Pese a ello, aquí no trataremos ese marco ideal, asociándolo al conocimiento real de las cosas, tanto, como al hecho de que este mismo arte, pueda verse afectado por un hecho radical relativamente reciente, ya que si por algo se define el arte moderno, es por formular este conocimiento técnico (ahora si, en base a una idea ética) de manera especulativa, hacia el conjunto de la actividad artística (tal y como, en su momento, apareció la ciencia, la historia, etc, de forma especulativa).
Pensemos, pues, que lo que hay en el arte moderno es algo más revolucionario de lo que hasta ahora podíamos pensar. Así, lo moderno, no es un estilo pasajero, sino transgresor. Ha venido para quedarse. Y, de ello, podemos deducir su particular concepto operacional en relación con su entorno. Aquello que, a nivel referencial, son las cualidades independientemente de las substancias a las cuales se adhieren (Locke: sobre el modo, Einstein: cualidades inconmesurables como premisa de la propia teoría, por encima de la relación con el material de observación, Hume, etc), y/o que funciona como una teoría de los objetos y de las representaciones y es percibido como un valor interpretativo, dentro de un sistema. Y os preguntaréis: ¿qué tiene que ver todo esto con la técnica?. Mucho, la técnica es ante todo un valor heurístico. La heurística, es uno de los pilares conceptuales de lo que el mismo Einstein entiende, cuando publica en 1905, en base al efecto electromagnético, por ciencia (por el que gana, en 1921, el premio Nobel de Física). La heurística, es un factor de tránsito en dicho conocimiento y un valor de posibilidad y cambio. Aunque no es un factor exclusivamente técnico, si lo es, si lo que queremos es que la técnica sea algo más que una idea parcial, dentro de un proceso determinado. Este científico, reflexiona en Notas Autobiográficas sobre el pensar, al que califica de "juego libre con conceptos". Matiza en ello, que: "la justificación del juego reside en el grado de comprensión que con su ayuda podemos adquirir sobre las experiencias de los sentidos".
Recuerdo, que en la escuela, nos explicaban la técnica del arte, en relación a la calidad de su exposición. La técnica, venía dada, por su clasificación en relación a dichos conceptos históricos. Tenía un sentido utilitarista (tan en boga, en nuestra democracia). Me imagino que, con ello, una de sus prerrogativas era el suficiente distanciamiento, en relación a la fría mecánica, por otro lado, idea afín a la física moderna, desde Newton y Descartes, en adelante. La técnica es, pues, la historia de esos logros, pudiendo referirnos a ella, por ejemplo, cuando tenemos éxito en aquello que proyectamos. Ahora bien, no es sólo la historia de esas soluciones sobre las cuestiones que van surgiendo. Se debe apelar, también, a lo que significan dichos conceptos, en el marco de determinados procesos expresivos tanto en un contexto pedagógico como social, cultural o económico. Sino, se corre el peligro de reinventarse continuamente, sin llegar nunca a aclarar las cosas del todo.