La alienación
El principio heredado de la cultura pop entendido como método para superar la alienación es correcto y necesario. Sin embargo, corremos el riesgo al hacerlo de excusarnos frente a la historia para dar forma a la realidad como una herramienta de conductivismos varios (algo en lo que se queja y con razón Pistoletto).
Pese a ello, esta oportunidad de expresión, análisis y experimentación debería entroncar con aquello de que ese mismo principio supone una interconexión entre dos seres o entre dos conceptos. Así; por ejemplo, si hablamos del principio de comunicación entendemos con ello que toda comunicación tiende hacia un fin más positivo siendo su campo de acción el desarrollo de una realidad inexistente con anterioridad. Origen pues de algo poseedor de razón de ser. Marco neutro de construcción espacio-temporal que ha de ser dirigido y centrado al mismo tiempo para la comunicación.
En todos los textos que hemos ido publicando en Elefante Blanco, no tratamos más que de introducir esta idea de evolución tratando de eliminar esa ambigüedad a partir de un vocabulario consciente de los cambios producidos en el campo del arte y por supuesto también de la estética. Por eso, ahora después de estos primeros siete textos que han servido para localizarnos frente a la globalización, la idea es seguir profundizando en ello. Un ejemplo, lo tenemos en la docencia universitaria. Pongamos el caso de Bellas Artes (mi segunda carrera), donde existían por entonces tres departamentos ideológica y plásticamente diferentes. Los tres eran academia y constituían por esa misma razón sus propios límites. Como si tras ellos quedara la fútil huella o tránsito al igual que perduran las cosas eternas. Y por esa misma razón, hoy ese ambiente inteligente hace tanto tufillo a periferia de todo. El problema radica cuando encontramos por doquier personajes que carecen de integridad para llegar allí siempre con el supuesto de que la creación no es más que un proceso largo y existencialmente penoso del que a la larga se obtienen unos frutos. Ese mismo proceso puede contemplarse a lo largo de la historia repleto de inconstancias e indecisiones.
Pese a todo, el discurso continua ya que después de Dada inventamos el artificio enmarcado en una modernidad de progreso lineal y optimismo histórico. Esa visión del mundo puede confundir si ello te lleva a lo marginal; a la fragmentación y lo alternativo, que es precisamente lo que representa la postmodernidad ya que hoy contemplamos ese artificio como un devenir en silencio y lo guardamos como un as en la manga siendo conscientes de que antes de provocar una respuesta son preferibles nuevas representaciones abstractas excusándonos con ello de cualquier reformismo y valorando aquella nada que es cuando se es minoría.
Frente al mundo del arte; muerte y expresión sin misericordia. Frente a la negación del signo; la revolución fisiológica que produjeron los siglos XIX y XX (aunque con los resultados que todos conocemos). Así, el artificio nos descubre la obra de arte pero siendo conscientes de ese silencio que lo impregna todo y que se representa a sí mismo a través del cultivo de sus partes. De ahí, el cubismo y el expresionismo que no son sino la voluntad de fraccionar la unidad. De ahí, también el interés por el origen y las culturas primitivas. Con ello, cada fracción-unidad es una propiedad para ordenar la naturaleza recibiendo en cada momento y circunstancia un nombre diferente; Ser-Dios-Uno.
Desmitificar un poco todo ese pensamiento universal representa también la manera de hacer frente a lo desconocido. Pero como el arte es impredecible ocurre lo mismo que ocurría con el artista Salvador Dalí: que la pintura se convierte en una máquina de hacer luz. Aunque hoy esto se nos antoja irrelevante, entendemos que está todo por descubrir, asimismo. Más teniendo en cuenta la herencia del romanticismo que entendía la pintura a partir de la visibilidad de los objetos aunque en sentido-verdad ocultaba dicha relación. De hecho, el arte del siglo XX no es sino la acentuación y conceptualización de dicho proceso y a partir de ahí aún seguimos sin cerrar ninguna puerta.
Turner, Rilke y Van Gogh son expresiones institucionalizadas de esto. Integradas en aquello que Hegel concibió; la historia como progreso o sea como un marco puramente científico. En ese mismo sentido, Schopenhauer traducía al hombre; y Shelley o Byron aún iban más allá en otro orden de cosas. Habría que averiguar pues en qué consisten estas nuevas relaciones y en quien confiar en este sentido a partir del discurso pre-moderno de la ilustración. De paso deberíamos preguntarnos que es hoy en día un texto en relación a lo dicho y que representa también escribir o pintar en estos tiempos que corren.
En ese sentido, la experiencia comunista nos demostró que su mayor efecto correspondía y sigue correspondiendo; a la forma en que tienen sus orígenes todas las revoluciones o sea el desarrollo histórico de su herencia transmitida. Y ya que hoy es la era moderna la que nos transporta se trata de recoger esa tradición a la hora de pensar el ser, de pensar el espacio. Un espacio capaz de disolver todo lo anterior. Una hazaña parecida a la invención de la agricultura, aislando la inmundicia y aspirando a lo absoluto como fuerza motriz. Recuperando la urbe, el campo y la educación. Trabajando la gestualidad, la expresión y la autonomía. Así, por trabajo entiendo todo aquello que materializa un concepto. Por ejemplo, cuando los filósofos hablan del ser, del tiempo, no hacen más que establecer un puente. Mientras que los poetas, en realidad prescinden de todo eso. Estar en una sociedad industrializada no representa nada excepcional ni diferente a si lo siguiéramos haciendo en una sociedad agrícola. Supongo que el riesgo seguiría estando en caer o verse involucrado en el reformismo social en cualquiera de sus formas por eso en el primer mundo lo que funciona y funciona muy bien; son los abogados y los intelectuales. Si la monarquía está en entredicho es porque esa institución no puede con ellos ni con su magia negra de vudu.
El kid de un individuo moderno son la conservación y el diseño porque es consciente de que el estilo, la forma y el tiempo son siempre un producto de un diseño anterior. La funcionalidad radica en lo que a uno le va bien y encuentra sentido en ello. Diseño, color y espacio; frente a composición, luz y representación. Todo ello tirado por el carro del empirismo conceptual y la forma racionalista basados en la intuición y en la pantanosa inspiración. Cuando existe una verdadera mezcla de intereses se suele derivar hacia una meta en común. Esa es la verdadera historia de la creación, el pensamiento, el diseño y la organización. La introspección, la búsqueda de origen y lo escatológico en sentido primario dan pie a ello. En mi trabajo veo todo esto cuando recurro a temas geométricos, montañas, motivos vegetales o columnas (y, últimamente, collage); un poco a la cola del movimiento abstracto figurativo. Una línea de trabajo que se debe a esa misma preocupación por lo abstracto no sólo a nivel formal sino también de concepto con todo lo que ello comporta. Conceptos como antiarte, ateísmo o cuánto menos insumisión existencial y metafísica; son aplicados a la realidad y a la era postindustrial desde donde convergemos pastosa y felizmente.
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