El Unicornio
Entre el Estado de todos y la revolución de nadie sólo hay una cosa; la existencia de la filosofía. Si para Bakunin el Estado es la corrupción de esta filosofía; para mí, el Estado representa la superación de dicha filosofía.
La experiencia actúa como un acto de afirmación-negación, como potencia y producto. Esto se puede negar y por eso una cosa pensada y razonada puede leerse e interpretarse de muchas maneras pero no puede razonarse de la misma manera siempre ya que el hecho de pensar implica una superación, un paso más.
Así, en el mundo cultural la diferencia cualitativa entre las dos mitades del siglo pasado fue precisamente esa capacidad de razonamiento. Si hasta los años cuarenta; todos eran filósofos, a partir de ahí, sus protagonistas fueron desprendiéndose de todo bagaje cultural, de todo intelectualismo (y eso, básicamente debido a un cambio de paradigmas).
El minimalismo y su precedente la abstracción norteamericana representan este último modelo. Las vanguardias fueron en cambio; la voluntad de transformar las cosas despertando al ser en todas sus formas. Relanzándolo a una nueva meta y un nuevo espíritu.
La generación de pensadores y poetas revolucionarios del S.XIX que hoy son y representan lo que ya nadie quiere ser; debería seguir formando parte representativa de lo que nos es ajeno ahora mismo para dialogar con otras culturas.
El principal problema sigue siendo la reacción y su falta de fuerza dramática altamente concentrada. No me refiero al conservadurismo bien entendido. En nuestro más inmediato presente hay que procurar que aparezcan factores de posibilidad.
Para ello, son necesarios marcos de referencias. La creación es uno de ellos. Siempre preparada para un nuevo acto. Tiene por tanto un principio, un fin y la razón de su expresión conceptual. Sólo el artista es capaz de dirigir esos actos hacia una especie de sociabilidad; a la posibilidad de existencia, añadiendo otra visión más a las cosas.
Como la de un ex amigo mío, que buscaba aquella alteridad deseada no necesariamente en el hecho de querer vivir explícitamente, pero sí hacerlo en un universo paralelo que recrease varias vidas y una de esas vidas era la literatura.
Se trata porque no de extirpar los anhelos de prole privilegiada en post de la nada más absoluta a aquellos que pretenden sumar a costa de la sangre de otros.
Así, en la novela de Sartre “La Náusea” el protagonista comprende que la existencia es la masa de la que están hechas las cosas. Cosas que se disipan en el absurdo. La contingencia es la perfecta gratuidad. En ello, todo queda oprimido y empieza a flotar… he aquí la náusea. Como si el mundo fuera la representación casual que se aparece a aquel que le llega la voz de su amo. Sin embargo, a mí todo esto me suena más a filosofía antropófaga que a otra cosa. Como me sucede en el caso del grupo musical Héroes del Silencio, donde la idea del nombre del grupo aunque poética puede asociarse a una doble lectura; la de aquellos que se apropian de los sueños de otro. De los que son parciales y se quedan, con el envoltorio de una verdad revelada en camisón de noche. Demiúrgia que ya ha devenido o devendrá en señores de la tierra lanzando sus rayos lumínicos de podredumbre humana. Es la ciencia al servicio del Estado como conocimiento manipulador. El idealismo y la miseria de comunicación de masas.
Hoy, cuando la religión pierde terreno nos agarramos a aquello que tenemos más a mano. Las causas siguen siendo importantes. La disolución del sujeto no es un hecho que debamos observar como algo negativo, al contrario; ello nos llevará por el buen camino.
En esa maduración fisiológica vemos el proceso interior que propicia la memoria hasta fluir casi por sorpresa en una situación artística precisa. Las formas inconscientes nos llevan a la respuesta emocional o sensitiva. Al desarrollo teórico-contingente y confiable que como Wittgenstein señala; es siempre lógico pero incompleto.
De vuelta al empirismo donde se requiere que una proposición sea ante todo accesible; nos enfrentamos a elementos complejos sí pero no inabordables.
Este camino vital y de naturaleza autónoma se compone de: peones, torres, caballos, alfiles, reyes y reinas. Cada jugador establece sus propias reglas para ganar en los dominios de una comunidad que irá forjando sus valores, pensamientos, cosmovisiones y opiniones. Sin embargo, los valores pueden llegar a ser opresivos cuando el sistema social es muy obvio y predecible.
Bajo el influjo del existencialismo y la espontaneidad donde lo importante es la experiencia personal y transitoria hacia la unidad; no se especifica nunca si se trata de la unidad del Universo, del todo como absoluto, del ser en si mismo o del propio individuo. O si se le implicando al individuo en una ética de responsabilidad a partir de un carácter vivencial para que así obtenga una comprensión propia y pueda dar sentido y justificación a su existencia. De hecho, ocurre que hay quien opina que no es oro todo lo que reluce. Lo concreto nunca define el conjunto de relaciones a las que pueda verse abocado el individuo y mucho menos en el caso de su imagen.
Ese es el error del Cristianismo y del mesianismo en general. Una metafísica ilustrada de principios quinta-esenciales y dualistas a partir de un hecho cósmico azaroso al que sólo le queda esperar la cadena de acontecimientos nihilistas y perturbadores.
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