Lágrimas de sal
Decía el otro día que los esfuerzos de la pintura actual estaban en dar continuidad al lenguaje abstracto. Por eso, cuando doy una clase procuro darme cuenta que tanto en el nivel de exigencia como en el de evaluación no hay nada peor que dar a entender una cosa que no es; primero empezando a formar a un niño o adulto bajo premisas falsas, para más tarde saber que todo el sistema se viene abajo.
Por otro lado, en el aspecto profesional hay signos de cambio. En todas las grandes ciudades donde el estilo de vida es burgués y atolondrado es fácil pensar en un sentido poliédrico de las cosas. Vamos, que somos los reyes del mambo y también del caos.Todo el mundo sabe que todo principio determina un valor; y un valor, es aquel factor de cualquier clase en tránsito con la naturaleza. Así, cuando hablamos de metafísica lo hacemos pensando en la naturaleza de las cosas y ese es su principio. ¿Qué hace, por ejemplo, que yo decida que un cuadro este acabado?. Sin lugar a dudas, su propia naturaleza finita. El estilo luego pule ese concepto.
En Bellas Artes te enseñan a dar sentido a un proceso de intuición gestáltico y a una organización adecuada a ese formato. Es una obviedad que para conseguir esto hay que estar abierto a todas las propuestas y materias disponibles. Se trata, pues de apostar por vías de comunicación favorables a una situación determinada a un nivel un poco más elevado, es decir, creando un espacio entre el concepto y la cosa.
Cuando pintas ocurren varias cosas; como en una escalada de acontecimientos siempre internas e introspectivas. Te apropias de un valor. De unos valores estéticos y culturales, delegando el discurso artístico a un terreno particular, propio e inexpugnable. Se trata, de un movimiento estratégico hacia la naturaleza. La transportas, y a la vez te la apropias para así poder entenderla mejor. De hecho, está por llegar el crítico que entienda el triangulo abstracción-naturaleza-individuo en un sentido contenporáneo, si es que alguna vez ha de llegar. Esta por venir también,el proceso especulativo que el racionalismo como praxis del conocimiento ha entendido hasta ahora. No es tanto, volver a la idea fúnebre del romanticismo como postura existencial, o de la muerte del arte y el vacío, o del marxismo postindustrial; sino de llevar la vida hasta sus últimas consecuencias.La praxis como modelo de civilización, la era digital como transmisora de nuevos valores y la producción como deseo.
La naturaleza de las cosas no es algo putrefacto o podrido, más bien, eso es terreno del modelo de conocimiento (¿?). Cuando, por ejemplo el diccionario soviético nos advierte que Kierkeegard es un iluso burgués, está diciéndonos algo; está diciéndonos que hay que tener cuidado con la democracia como ejercicio de la razón ya que en ella todo cambia, y por ella cambian los pueblos y las culturas. Esa base suele ser de orden cosmológico prque busca siempre una experiencia superior. Por eso ahora, está en entredicho el concepto intrínsecamente abstracto. Siempre corres el peligro con ello de no reconocer las formas de tu propia existencia; como le ocurrió al poeta Horderlin que enloqueció quizás; por dejadez, por falta de recreación en uno mismo, por tenerlo todo y no tener nada, por malgastar, en definitiva la vida. O sea, para que exista algo tiene que haber un principio que no nos lleve a engaños. Cuando algo es comercial (y entiendo por ello a un grupo de gente con los mismos intereses frente a un hecho) hay que potenciarlo. No hay más. Uno mismo puede ingerir la dosis que crea necesario en ese sentido, y esperar que otra persona esté dispuesto también a ello. En esas complicidades, si una situación parece conflictiva o explosiva es mejor prescindir de ella. Sin embargo, si estás obligado a esa situación, intenta hacer todo el daño posible; las generaciones futuras te lo agradecerán.
Se hace extraño entender a dos o tres intelectuales que todavía zozobran con la existencia en un mundo como este. Pero la coherencia está ahí. También su uso. De hecho la existencia tiene su mayor sentido, su materia prima en lo real. De ahí el dilema entre lo que es real y no es real. Sobre esa misma circunstancionalidad hoy; los EE.UU como país hegemónico son los romanos actuales, el resto parece ser una deriva de integristas. Sin embargo, yo creo que no es una cuestión de ideas sino de formas. La pieza clave es el progreso con todas sus formas lógicas. Por eso hoy lo lógico es la revolución conservadora que busca en cada país, en cada región, su propia identidad y su identificación con la realidad.
Y, digo formas y no ideas porque las ideas pierden sentido sino poseen una coherencia formal. Las políticas culturales, los museos; se implican en cultivar aquello que tiene sentido, y como los bloques comunistas con sus crestas de plomo parecen ya en desuso; se impone otra prerrogativa donde el óxido, el bronce y otros metales preciosos se mantienen pero siempre a la espera de recuperar una época dorada y único-didáctica con otros elementos más acordes con los tiempos que corren. Y por eso, no es que desaparezcan las utopías sino que han entrado a formar parte de nosotros por primera vez en la historia sabiendo de antemano que el centro, el averno, el negroponte; no existen, y que toda la literatura sagrada no es más que eso: lágrimas saladas que hierven en un miserable puchero.