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A Oscuras

Leí no hace mucho, que los antropólogos debían de olvidar el pasado y dedicarse al estudio funcional de la cultura. El caso es que siempre, aparecen nuevas perspectivas que te desmontan tu anterior percepción de las cosas y todo queda, de nuevo, a oscuras. Es el signo de los tiempos, aquello que sugerimos adquiere carácter verdadero: posibilista o existencialista. Nos aparece como una prueba que debemos vencer. Esa posibilidad de la que hablamos que en este mundo moderno se traduce en libertad ha de quedar siempre demostrada. De ahí, el arte conceptual, el arte del lenguaje o el happening (intentando involucrar al público en la obra).

Este aparente nominalismo recupera aquella tradición de la Edad Media en el que sólo los individuos y lo concreto existen. En Schopenhauer, eso se traduce, en que el único conocimiento de la voluntad es la representación en su conjunto; en Picasso en referencia a la inspiración, en que había que estar preparado para la ocasión. Sin embargo, Picasso era un pintor abstracto. El dualismo (lo concreto y lo abstracto) se convierte, así, en la piedra filosofal. La complejidad del arte actual, consiste en replantearse el universo a partir de los medios de que dispone. Recuperando el intelectualismo de principios del S.XX, hoy buscamos lo real para formar parte de ello. Instrumentalizamos nuestro entorno. La psique actual del arte es el medio más apropiado para ello. Es evidente, que la herencia recibida ha de amoldarse a este esquema. Las nuevas

perspectivas no tendrán nada que ver con el mercado actual. La catarsis será otra. De ahí, se deriva el problema de la alienación, superado ya por el marxismo.

Frente al voluntarismo de las nuevas generaciones todavía hablamos del enemigo interior tanto como del exterior; incluso, en materia de política cultural. "Hemos entrado en contacto con el enemigo; y somos nosotros", decía una viñeta de cómic. Perdidos los complejos tras la caída del marxismo global la lucha por la supervivencia adquiere otro sentido. Es el estertor de inquietudes de nuestro inconsciente colectivo. Pura energía en proceso de cambio y transformación. Y a veces es mejor no tocar nada ya que todo escenario requiere de un contrapunto, de un cataclismo. A partir de ello, subyacemos el hecho de ser cuerpo y medio.

En estos orígenes me encontraba yo; cuando me di cuenta de que el comportamiento humano es, típicamente, impredecible. Frente a eso, nos encontramos con un mundo deseoso de aportar algo. Ese moverse, para mover todo lo demás es ya un modelo de ser. Una sociedad abierta. La herencia del Romanticismo que nos hablaba en términos vagos de norma y espíritu; adquiere ahora, un sentido más quinta esencialmente pantanoso. A partir de ello; orden, lógica y representación, configuran una visión transversal diluyéndose en la razón de ser que es más que vacío y caos. La sustancia última no depende del espacio-tiempo en sus posibles variables o que la naturaleza de Dios pueda llegar a ser absoluta. Todo indica a un retorno de iguales donde la mayoría cede protagonismo sí; pero no ya en un sentido cosmovisional. Perdemos el verticalismo por una renuncia al comportamiento establecido.

Superada la idea cavernosa del individuo etnocéntrico (a cada cual su terruño) hoy volamos en dirección opuesta al materialismo sintético y axial permitiendo que el todo resuelva sus conflictos al margen de lo que nos pueda afectar. Ontológicamente deviene ironía la regulación universal en provecho de una jerarquía ética, difusora de virtudes. Ambos nexos que, supuestamente, conducen a combatir la impostura; acaban en la estigmatización evolutiva eliminando todo aquello que es más que eso. No hay juicio sino hay valor en la conducta impuesta a traición. Retorno de lo igual entre esencia y existencia; ese, es el contenido del discurso, según Nietzsche. Sin embargo, después de esto; todo queda otra vez a oscuras.

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