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El orbe.


El alma atrapada es un dogma empírico y por esto decía Ortega y Gasset que lo intelectual no puede penetrar de punta a punta la vida humana sino quiere provocarse una disolución de si misma. Kant nos advierte que ese mismo dogma es todo aquel procedimiento puro sin una previa crítica de su propio poder. Pero al margen de estar o no de acuerdo con ello, me interesaría destacar un punto en concreto y es la relación espacial que tenemos a partir de ese punto de partida. Esa relación, nos conecta con la idea de cosmos que en el pasado había significado lo que estaba bien dispuesto, decorado y trabajado, y esto, hasta llegar a su actual estado; esto es, el concepto de universo, considerado como un todo y cerrado en si mismo bajo la premisa panteista. Con ello, los padres de la iglesia nos advierten del camino a tomar a partir de la tijera dogmática. Dan al universo el sentido de conjunto del mundo creado por Dios y también por el verbo; otorgan el valor del acto (el acto creador original), y consideran al mundo como esencialmente bueno, dando testimonio de la omnipotencia divina; y por último, culpan al hombre (el sujeto que habita ese mundo) de todo aquello que no se corresponde con ese escenario, y donde el pecado y la muerte corrompen a ese mismo hombre, lo que impide que disfrute de los bienes de ese Dios que ellos mismos han creado. Frente a eso solo le queda una cosa a ese hombre su propia materialidad y sacrificio. Y en eso estamos a día de hoy. La pista se pierde en relación a lo que entendemos por naturaleza, por espacio, por vacío y, en definitiva, por paisaje infinito. La dificultad también estriba en llegar a ese punto resuelto bien por cuestiones teológicas, sociales, históricas o de cualquier otra índole. En ello, todavía hay quien piensa en seguir otorgando geográficamente a la ciudad de Jerusalen su lugar como centro del mundo, y con ello, su visión de ombligo del mundo. Habría que matizar que esa visión concentrica de la disposición del universo fue aceptada por los hebreos desde el principio aunque con cierta ambigüedad, quizás porque pensaban que ponían en peligro a su propia comunidad con ese destino incierto. Su efecto más inmediato fue lo que entendemos hoy por poder, y su mayor ejemplo; la renuncia de Jesucristo a ese poder. Ahora bien,desde el principio el hombre ha insistido en dar vueltas en el mismo sentido, y más que sumar se ha dedicado de mala fe a joder al prójimo procurandose con ello un cierto bienestar rodeandose a su vez de cosas bellas y hermosas a la espera de consumar ese acto original creyendo que con eso se aliviarían sus desgracias; y lo que ocurrirá, seguramente, no será nada de eso. En todo caso, lo que si habrá es el don de calibrar esos factores. Un ejemplo de ello, esta en la génesis del siglo pasado; el siglo de la condición humana y su conciencia, que debía superar esa prueba, pero no fue así. Quizás, por su victimísmo burgués y egoísmo sazonado con la incertidumbre como fuente de poder renovado.

Pero volvamos a Kant. Kant transciende ese optimismo y lo convierte en razón pura. Y lo hace, sin sombra de maleficencia. En eso, se diferencia del resto del idealismo alemán (Hegel, Fichte, Goethe...). Cuando ese idealismo se tambalea y aparecen Marx y Feuerbach como símbolos de un nuevo orden en el que su mayor logro es, precisamente, llevar bajo el brazo esa simbología pura, no quedaba (y eso es de recibo) sino aplicar al resto del mundo esa condición. Sin embargo, se opta por un gnosticismo desafiante a partir de cero. Junto a esa coletilla de iluminismo mal entendido y banal, chocan hoy las tesis conservadoras que tambien buscan su lugar en el mundo y se oponen a toda implosión ilustrada, pues nunca vieron con buenos ojos, claro esta, ese proceso arbitrario, y por otro lado, predecible.

Bajo el peso de la existencia sigue siendo necesario un escenario vital. ¿Pero cual?. si tenemos que fijarnos en el doble efecto que ha tenido el darwinismo (me refiero al hecho de que abre una puerta, la de la evolución, pero cierra otra, la de la raza) quizás podríamos pensar que el camino más fácil era obviar ambas relaciones. Eso o diseñar algo más fuerte que la pedante filosofía de entonces, osea, el marxismo y el positivismo de Comte. De hecho, en un sentido estricto, las tres grandes bazas de Occidente eran, y siguen siendo, esas tres fuerzas elementales: la evolución biológica, la producción económica y el sujeto como tal; esto es, darwinismo, marxismo y positivismo, por este orden. hoy, esas tres ciencias están maximizadas, y a este punto dulzón de las ciencias es a lo que yo llamo la metafísica como mecanísmo graduatorio; de la misma forma que la naturaleza tiene también sus propios mecanismos, como el caso de la desmaterialización de aquello que se supone que son los grandes cuerpos celestes.

En el siglo XIX, un intelectual como Cyrus Reed Teed (que no conoce nadie) con su teoría del centro del huevo (osea, el universo) nos mostraba que allí exitia no un punto sino un momento excéntrico que comprendía un nucleo astral de naturaleza electromagnética negativa y positiva; aquello era la estrella física central que se movía en trono a un cono etéreo que tenía el ápice dirigido al norte y la base orientada al sur. Teniendo en cuenta eso, creo ver más cosas aquí que en toda la física contemporánea que esa si es de naturaleza dogmática; y eso es porque la física contemporánea no ha solucionado el problema del pecado porque no ha hecho borrón y cuenta nueva. Esa física nacida al amparo del siglo XIX y con raíces marcadamente materialistas, piensa aún que la tierra es redonda y gira alrededor del sol, y con eso le basta y le sobra; pero no se da cuenta de que el centro no es la estrella sol, ni tampoco de que hay que hay que ir lanzando prerrogativas a ese nivel. Einstein y la física cuantica son sólo estructuras conceptuales, y eso queda muy bien en los libros, en las academias y en los mapas; pero nada más.

Pero sigamos. Alguien dijo alguna vez, que la grandeza del Génesis no es su teoría evolucionista (si la tiene), sino el hecho de que aparezcan todos aquellos personajes que son la historia desde sus orígenes; de la misma forma, que hoy la edad moderna tiene a sus héroes. Estos héroes, son los grandes libertadores del pensamiento, pero siempre bajo la tutela de uno u otro padre. El caso que nos ocupa ahora es averiguar, precisamente, ese punto. ¿Y os preguntareis, bajo que criterio, y a partir de que referentes?. Pensad una cosa, la ética ilustrada aportaba el proyecto y el tono, que siempre es importante, y además lo hacia con un objetivo en común, y no siempre es tan fácil encontrar ese punto de inflexión porque cuantos más errores cometes más difícil es llegar a cualquier propósito. Y lo digo porque, normalmente, cada gran filósofo (como cada gran científico) tienen su propia visión del mundo. Wittgenstein ve el mundo como el lugar que ocupan las interpretaciones; mientras que Schopenhauer, sin embargo, ve aquello que queda tras la representación (en su caso ve la voluntad).

Yo creo que se puede y se debe ser transcendental, pero no a cualquier precio. Eso quedó claro con la página de la historia del siglo XX, y con sus límites que ahora, por cierto, son irreconocibles. Esos mismos límites que gracias a Rousseau encomiaban el estado primitivo de la Humanidad como su edad de oro, y donde el hombre virgen era el depositario de la verdadera humanidad. Pero, esa visión occidental no alcanzó su meta teniendo como única baza a la ciencia y al engaño, porque recurrió a interiorizar el problema en vez de exteriorizarlo y lo hizo a un nivel biológico y anímico. El concepto de raza como solución a esos males. La cuestión era sencilla. Frente a la inoperancia del intelecto y del movimiento; ambiente y raza, convirtiendo el cuerpo humano no ya en su propia representación, sino en la de un ser que esta por venir. Huérfanos de caracter, sentimos la perdida cosificada de la representación; y lo que es peor, por mi experiencia en este mundo, la brecha todavía se hace más grande a partir de la idea de transformación.

¿Transformación hacia donde, hacia que?. Eso lo tendréis que averiguar vosotros solitos, y en cada caso será diferente. Lo que si puedo decir es; rebelión frente a la perfección de lo absoluto y lo complejo, como recurso último. Es una cuestión de escalas. El paso de una noción clásica a una contemporánea. La cuestión es saber, si ese paso se esta dando o no y en que circunstancias, y para ello, nada tiene que ver si todo ocurre conforme a la ley.

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