El gnosticismo.
De entrada, hemos de distinguir dos formas de conocimiento dentro del gnosticismo: uno, como área de conocimiento filo-educativa en términos generales y amplios; y dos, como filosofía militante místico-cultural dentro del marco de la historia de las religiones. Nosotros aquí no entraremos en la segunda (aquella que explica el origen del mundo a partir de la figura del demiurgo o maligno). Sencillamente, contemporaneizaremos lo máximo posible a partir del primer concepto. Bien, empecemos pues.
El gnosticismo es el camino que esta sujeto al destino de los dioses. Y es, por eso mismo, el discurso entre esos dioses y los hombres. Su característica principal es el hecho de su aparente impercibilidad a lo largo de la historia. El producto de esa falta de visibilidad es su marcado carácter esotérico; aunque lo que a mi me interesa, es su aspecto puramente cognoscible. Osea, no nos interesa el mensaje gnóstico, sino su condición gnóstica. De hecho, el gnosticismo esta pensado para cierta condición humana; aunque con una gran carga negativa, para esa misma condición.
El gnosticismo es, como decía, el camino que esta sujeto a los dioses; y es también, el nexo que nos une a ellos. Sin embargo, esta es una historia nunca revelada, por eso su mejor aliada es la dialéctica porque es la que mejor se adapta a esa abstracta naturaleza deísta. También me gustaría destacar, con ello; que el gnosticismo es una ciencia oscura utilizada en muchos casos contra la sinarquía aunque en un sentido bastante pueril hasta la fecha. Entre otras cosas, porque, como arma arrojadiza no es recomendable dirigirla hacia unas élites que son cualquier cosa menos idiotas. Y no me tiene porqué corresponder a mí, más que dejar constancia de que todo factor no resuelto a un nivel humano no implica la alteración de todo el sistema. Se puede ser incompetente mientras el resto del mundo soluciona sus problemas. Se puede ser intolerante y, a la vez, ser ninguneado (que es, en definitiva, lo que uno se merece cuando se es oscuro). Y ya puedes convocar a todas las fuerzas del universo que seguro que sin un objetivo claro no hay solución posible.
De ello, deducimos tal vez, el uso de una táctica un tanto ruin utilizada por nuestro enemigo. Pero eso no implica que la máquina de la historia siga funcionando. Y es, precisamente, a este punto donde yo quería llegar. Porque no basta con contemplar la catástrofe o el fracaso de nuestros antepasados desquiciados frente a la desarticulación de sus valores, sino que apetece ahora recapitular y ver que ha pasado. Ocurre, también, que el paso del tiempo hace su labor y lo que ayer era importante hoy es poco menos que circunstancial o anecdótico. Y eso pasa a nivel transnacional y bajo factores globalizantes que buscan erosionar y despuntar empíricamente una condición que, básicamente, aparece para ser solucionada bajo el prisma de un orden de cosas diferentes. Para empezar, la antigua clasificación de las ciencias y de las artes heredadas de la ilustración son a mi entender el primer síntoma de una civilización en cambio. Sus máximas expresiones fueron; la Francia Revolucionaria, y más tarde; la Restauración, representaciones ambas del ocaso y resurgir de una sociedad en busca de nuevos valores heurísticos.
Hoy, eso se traduce en el dualismo y la transgresión, ya que se busca cruzar sin hacer mucho ruido ese mismo paso ciertamente trágico de lo universal. Sin embargo, ha llovido mucho después de todo eso. Y la eclosión primero del liberalismo, y más tarde del marxismo, no han hecho sino agrandar el problema. A ello, hay que añadir la suma de cosmovisiones mismamente dualistas que roen el sentido común y el sentido de estado, y que, en definitiva, no aportan sino la suma de voluntades del rebaño que, por ende, siempre actúa a ciegas. Y, eso es lo mismo que decir nada.
Deberíamos, pues, pensar de vez en cuando en nuestra naturaleza superlativa, y en que, la evolución no consiste en esconderse debajo de las piedras. Aunque, si eso es lo que está ocurriendo habría que replantearse la estrategia. La paradoja en este caso gnóstica está, precisamente, en la espera. Y me atrevo a adelantar que; el modus operandi es pensar que mientras la gran masa está implicada en cuestiones de convergencia o divergencia (sistemáticamente hablando) existe otro nivel de gente un tanto más oscura a la que aludíamos antes. Y es aquí desde aquí donde rastreamos la presencia del gnosticismo moderno, aunque en sus entrañas oculte una especie de rencor primigenio al que, posiblemente, no le baste su propia naturaleza revelada. Desde este punto de vista; siento esa presencia como atea, aunque pueda entender su postura y su doctrina. Todo ello es parte del sistema, y actúa como parte de un dragón con muchas cabezas. Pero, no por ello; agradezco esa norma, que funciona como un catalizador o como una llave que abre otras puertas.
Ese aspecto nivelador de la conducta humana es, en cierta forma, un poco cruel e inhóspita pero también necesaria. Porque, al final, confluyen siempre irremediablemente diversos intereses para su reglamentación. Ocurre, también, que de esa reglamentación se pueden extraer elementos de naturaleza positiva, siempre y cuando haya garantías para ello. Ya que bajo regímenes dictatoriales o pre-constitucionales, esa norma no suele producirse. Por ello, os dejo aquí algunas reglas que deberías apreciar.
a) Todo comportamiento heurístico ha de ser contrastado antes y después de cada operación. b) Esa manera de operar significa eliminar al contrario o convencerlo de tus argumentos (si, a ese nivel, los tienes). c) Pensar que no es lo mismo ser determinista que determinante (un ejemplo de ello, lo tenéis en la física relativista actual). d) Analizar siempre el conjunto de factores que se os presentan, incluidos aquellos que en apariencia parezcan inofensivos y observad, además, si existen otros que sean de naturaleza desconocida. No actuéis nunca a ciegas. Tened por seguro que en ese instante vais a ser engañados. Entre esos factores pueden estar: el compromiso, la alternancia, el porvenir, el devenir, etc. Todas ellas cuestiones a tener en cuenta en cualquier negociación. De ello, se deduce que no estamos para nada acostumbrados a negociar tratados más que si son sobre territorios o conflictos locales (derecho consuetudinario). Pero es evidente, que la nueva geopolítica implica algo más. Con ello, quiero decir, que no sólo la ciudadanía a cambiado, sino que sigue en transformación al igual que el conjunto de vectores circunstanciales que pueda haber alrededor. Y, si todo esto no es suficiente, estableced alianzas. e) Por último, tenéis que averiguar siempre las intenciones del contrario. No establezcáis situaciones de antemano, y si lo hacéis que sea de manera consciente.
Frente a ese despliegue de maldad, no cabe sino sentirse orgullosos de lo dejado por nuestros antepasados. De todas formas, si tenéis la sensación de abandono, que sea también a nivel gnóstico. Que parezca que hemos dejado a las deidades inútiles y faústicas, a su merced. Ahora, lo que toca es sumar aquellos factores que todavía nos son útiles y permitir su convergencia con evidente ánimo de extirpar algún posible mal. Posiblemente, penséis que ese es el trabajo de un sacerdote o algo así, pero el caso es seguir concretando la cuestión y evitar su enquistación. Por otro lado, el materialismo actual permite cierto margen de acción. Y eso hay que aprovecharlo. Y si, como decíamos, de ocultar en la espera se trata, pensemos en la vía más razonable en ese sentido. Por último, me gustaría dejar claro que el gnosticismo aparte de ser un camino dialéctico, es también la forma de su representabilidad. En ese sentido, os recomiendo que leáis a Fulcanelli o a cualquier místico que esté por esa labor. Está claro, que una cosa os llevará a la otra.