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El informalismo.


De entrada, el Informalismo integra un discurso formal y conceptual en su desarrollo cognitivo. Por un lado, confiere a partir de la materia su premisa formal. Por el otro, dota a esa misma materia de un sentido funcional en todo su desarrollo. El Informalismo incorpora, asimismo, los conceptos de cambio y evolución en cuanto a la lógica del límite se refiere. Eso lo convierte en un movimiento original en el contexto cultural europeo de la postguerra y la Guerra Fría hasta la década de mediados de los setenta, donde aparecen los primeros comportamientos más allá de la modernidad.

Así pues, el sentido que aporta el informalismo es el de hacer posible una crítica en el que se justifica un modelo donde artificio y realidad se conjugan perfectamente. De esa simbiosis se extraen, evidentemente, las conclusiones obvias del quehacer artístico. Una sintaxis que nos deja, como digo, la modernidad y con la que, aparentemente, se soluciona esa proyección de la que tanto hace gala la cultura occidental.

Ahora bien, entendamos que no podemos retener un discurso determinado en un axioma indeterminado x. Me explico. Posiblemente, se trate de dar continuidad a esa lógica empírica con elementos más amplios; casi me atrevería a decir a un nivel estructural desde, queramos o no su condición elitista. Tanto es así, que el Informalismo aporta, además, el germen necesario a esa transcendentalidad que será aprovechada a partir del discurso al que se le van añadiendo aspectos sociológicos, antropológicos, psicológicos y culturales. Un ejemplo de ello son las tesis funcionalistas (en el caso de la sociología), estructuralistas (en el caso de la antropología), el Art Brut y la experiencia de los pintores marginales (en el caso de la psicología), etc.

Con esto, me hago la siguiente pregunta: ¿significa que podemos considerar al Informalismo como una reacción a las teorías del conocimiento científicas del momento a partir sobre todo de Bertrand Russell y el vacío que estas suponen en relación con las ciencias sociales?. Yo creo que no hay relación alguna. El discurso formal no sólo es integrador sino que es adaptativo. Y a ese nivel, la ciencia contemporánea no implica un salto substancial en relación a los trabajos en las ciencias sociales. De hecho, si nos fijamos en sus metodologías son suficientemente parecidas en cuanto a diagnóstico y resultados se refiere. En ambos casos, se proyectan los márgenes que hasta ahora tenía la cultura; añadiendo a ese fin un contenido determinado. Esta claro que, con eso, el Informalismo arrastra ese devenir moderno y nos sitúa en el mapa de lo posible. Con ello, queremos decir que el arte es acto y potencia, y que en relación con la ciencia sólo difiere en algunos aspectos telúricos. A mi entender, eso significa una cosa: que toda ciencia objetiva también es trascendental. Por tanto, el mismo concepto lo dice: la ciencia trasciende lo absoluto. En ese sentido, cuando muere la modernidad lo hace a partir de un giro trágico (la postmodernidad) que nos coloca de nuevo en ese absoluto al que hago referencia. Pensemos que, a partir de aquí, situarse en el plano de lo abstracto nunca es sencillo (y, de hecho, será cada vez más complejo). Pero ello no quiere decir que no debamos intentarlo. Es por eso, que Heidegger no es otra cosa que un potenciador de la modernidad. Y no se conforma sólo con eso; porque es, de hecho, junto con Sartre su máxima expresión. El primero, a partir de su metafísica; y el segundo, de su metáfora; representan la esencia de la modernidad. Si, tal vez, esa circunstancia dialéctica no hubiera chocado con el muro nazi y, posteriormente, la Guerra Fría; es posible que hoy estuviéramos hablando desde otro contexto cultural. Aunque soy de la opinión de que el hombre siempre tiende hacia el equilibrio después de la tormenta. Deduzco de ello, una condición global del sujeto universal a raíz de la renuncia de ciertos valores caducos. La máquina crítico-deductiva a la que hacían referencia los surrealistas cobra sentido si lo que se entiende por conjunto de normas es todo aquello capaz de ser moldeable. El Informalismo aporta esa variable en un momento en el que están por decidir ciertas connotaciones vitales en un contexto, fundamentalmente, malogrado.

Pese a ello, podemos decir que en Europa seguimos comprendiendo esta situación como algo ajeno a nuestra ideosincracia. Sin embargo, en relación a eso y al resto del orbe; continuamos, asimismo, sin ver la relación causa-efecto del conflicto político con el cultural que trasciende desde la II Guerra Mundial. Y creo que lo mismo pasa en EE.UU. Y pasa, seguramente, porque se desconoce entre otras cosas el ámbito sobre el que se entiende el conocimiento desde Kant. Por lo visto, con la excusa de la Revolución Industrial, la política de finales del siglo XIX y principios del XX y, posteriormente, el marxismo; nadie tuvo tiempo para delimitar la cuestión. Lo que se traducirá, seguramente, en una mayor deriva intelectual y un coste a otros niveles que aún está por determinar. A partir de aquí, parece que estemos alargando una situación que de otra forma, sería mucho menos compleja. Sólo añadiremos, que la tendencia es seguir así hasta que aparezca otro genio que nos haga olvidar, o que más allá del valor heurístico de nuestra cultura, sepa alguien que existen otras cosas ocultas. El riesgo esta, posiblemente, en lo que representa ese ninguneo y esterilidad culturales. Como bien aventuraba Emil Ludwig en su biografía sobre Bismarck: "Estas cuestiones, como la democracia social, no se resolverán sin un bautismo de sangre...". Esta cita, aunque el hiciera alusión a la cuestión alemana, nos sirve a nosotros en el sentido que tiene el marcarse unos objetivos sociales que están aún en el papel. En ese sentido, el Informalismo si que defendió ese bagaje hasta nuestros días. Y no sólo lo defendió, sino, que remarcó su aspecto heroico lleno de significación.

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